domingo, 22 de enero de 2012

Primarias con nombre de mujer (Paulina Gamus. 3.12.2011)


Hasta hace un tiempo, el anterior a la consolidación de la Mesa de la Unidad Democrática y a la decisión sobre las primarias para elegir al candidato opositor, la letanía más repetida por propios y extraños era la falta de liderazgos visibles o convincentes en el sector adverso a Chávez. “Es que no hay líderes” oíamos y leíamos dentro y fuera del país. Era como si Chávez hubiese logrado un embrujo maléfico sobre buena parte de la oposición, hasta hacerla desear un líder que fuese el alter ego de aquel que nos tenía -psiquiátricamente comprobado- ¡ locos!

De pronto aparecieron en el espectro político opositor, una cantidad apreciable de aspirantes a competir en las elecciones presidenciales de 2012.
La queja entonces fue que eran demasiados, lo cual me revelaba una vez más que ciertos sectores de la oposición se solazan en la autoflagelación.

Vino la decantación y quedaron los cinco precandidatos que vimos en el debate televisivo del lunes 14 de noviembre. Ahora nuestras interrogantes se reducían a por quién votar.

No sé cómo habrá sido el proceso para esa decisión en el resto de los electores, pero me voy a permitir narrar el mío: me gustó Diego Arria, sin duda el de mayor experiencia en las lides de gobierno y con un gran prestigio internacional como negociador en situaciones dramáticas. Me gustó Leopoldo López porque además de joven y preparado, fue un magnífico alcalde del municipio Chacao. Me gustó aún más Henrique Capriles Radonsky porque llegó muy joven a la política y ha ido madurando hasta ser el gobernador exitoso de uno de los estados más extensos, complejos y heterogéneos del país. Se me encogió el corazoncito adeco con Pablo Pérez, el joven, valeroso y eficiente gobernador del Zulia, uno de los estados más golpeados por la saña del odio y el revanchismo chavistas.

Sin embargo decidí votar por María Corina Machado y diré por qué. Corría el año 1975 declarado por la ONU como Año Internacional de la Mujer y formé parte de la delegación venezolana a la Conferencia Mundial convocada con ese motivo, en Ciudad de México. Estaba en el público que asistía a un foro con participación de veteranas dirigentes políticas de distintos países. Todas sin excepción se quejaban amargamente de la discriminación contra la mujer, especialmente en el área política. Un hombre de mediana edad sentado a mi lado, hacía gestos de desaprobación a esos discursos y soto voce sus críticas. No pude aguantar la curiosidad y le pregunté por qué estaba tan irritado. Me dijo que era historiador y como tal conocía cantidad de casos, a lo largo de los tiempos, de hombres que habían dado su vida por hombres, de hombres que habían dado su vida por mujeres y de mujeres que habían dado su vida por hombres. Pero ninguno –y lo remachó- ¡ninguuuno! de una mujer que haya dado su vida por otra mujer. Políticamente, se entiende.El historiador conocía muy bien lo que ocurre con demasiada frecuencia en el mundo de las mujeres políticas: las envidias, las mezquindades y los celos que también existen entre los políticos hombres pero menos evidentes y radicales. Envidias, mezquindades y celos que hacen que casi siempre las mujeres tengan sus peores adversarias en las de su propio género y que las unas no voten por las otras. El feminismo suele quedarse en el discurso y por lo general está ausente en la práctica.

He decidido votar por María Corina porque es mujer pero no una del montón, sino con inteligencia, valentía, claridad de ideas y demostrada capacidad de entrega a las luchas por la democracia. Y porque, vistas esas cualidades, me siento obligada a ser consecuente con el reclamo de oportunidades para la mujer que repetí una y otra vez a lo largo de mi vida política. Ser mujer no garantiza mayor eficiencia o idoneidad para ejercer cargos de alta responsabilidad; el mejor ejemplo lo vemos en el conjunto de señoras que desde sus altas posiciones se arrastran a los pies de Hugo Chávez y entran en franca competencia por exhibir la mayor indignidad y sumisión ante el autócrata. Pero tener como contendora de Hugo Chávez a una mujer con las características de María Corina Machado es un privilegio que debe llenarnos de orgullo y esperanzas a mujeres y hombres de este país

 

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