viernes, 2 de marzo de 2012

Todo a su tiempo (Silvia Mago. El Nacional, EME, 01.03.2012)

Me encontraba en una reunión con 16 amigas de toda la vida y ya sabemos cómo es la dinámica entre nosotras cuando estamos juntas más de tres. Al principio, cuando una habla, las demás escuchan, pero al poco rato se forman los inevitables microgrupos con sus respectivas conversaciones, las cabecitas se juntan para no perdernos los cuentos, porque entre las exclamaciones, comentarios y risotadas, la gritadera compite con la de las guacharacas.

Comenzamos sentadas alrededor de una mesa y el tema que sirvió de abrebocas fue el de la inminente votación para las primarias que se celebrarían dos días después. Por aquello de la irrefrenable curiosidad femenina, quisimos anticiparnos al resultado.

A una se le ocurrió hacer nuestra propia encuesta casera y propuso que cada quien dijera si iba a votar, por quién iba a votar y las razones que tenía para sustentar su decisión. Así lo hicimos, cada una fue dando sus argumentos con la plena confianza que da el saber que no íbamos a ser rechazadas por nuestra opinión personal. Como sé que si no les digo el resultado se van a quedar picadas, aunque cuando lean esta columna ya sabremos quién ganó, les cuento: Henrique Capriles aglutinó la mayoría de votos.

Quizás ustedes se pregunten como yo: ¿Y María Corina qué? ¿Cómo es que esta mujer tan valiosa no arrasó en este sondeo integrado por puras féminas? Las mujeres tenemos fama de envidiosas y de restarnos méritos entre nosotras por nuestra sempiterna y encarnizada competencia para encontrar el macho y para conservarlo a nuestro lado. Eso es así, aunque nos choque reconocerlo, y hay quienes dicen que la pelea es peleando así se caiga en la guerra sucia. En política, la pelea es por el poder, muy masculino él, y la lucha por conseguirlo se da en idénticos términos.

María Corina no ha escapado de las críticas malsanas de sus adversarios, muchas de ellas de un ridículo tan insostenible que me lleva a pensar en la cochina envidia de quien no tiene condiciones intelectuales ni morales para medirse con ella.

En esta reunión de mujeres se evidenció en relación a María Corina otra cualidad femenina muy diferente a la de la envidia: la de saber esperar el tiempo correcto. Nosotras lo reconocemos porque es idéntico a cuando gestamos un hijo, que no lo tenemos cuando se nos antoja sino cuando le llega su hora. Sabemos que los nueve meses de embarazo son necesarios tanto para nosotras como para la criatura. En ese tiempo nos preparamos física, mental y emocionalmente para parir a una criatura que ha tenido tiempo de formarse y madurar lo suficiente. Madre e hijo se preparan y fortalecen para sobrevivir las dificultades propias de la existencia y la crianza.

Todas allí coincidimos en que María Corina, como ser humano y como figura política, es una mujer excepcional, que tiene todas las cualidades necesarias para conducir nuestro país en un futuro cercano. Ella sí cuenta con el respaldo de las mujeres que queremos un país soberano, honesto, justo y seguro.

Todo a su tiempo. La esperamos.