Yo si creo (Jorge Olavarría)

Yo si creo que María Corina puede ganar las primarias. No lo digo por encuestas, o por algún raciocinio sociológico, o histórico, o alguna enigmática asociación freudiana o junciana. De hecho, mi convencimiento es más impreciso que eso. He visto que esta mujer y su proyecto político es capaz de hacer algo, de producir reacciones en la gente que, si nos sinceramos y vemos el bajo estado anímico de la nación, no creí volver a advertir por algún tiempo todavía. El chavismo está agotado, ciertamente, no tienen nada que ofrecer. Su modelo no solamente es parasitario sino que es destructivo. Corroe la iniciativa y la creatividad. Lo único que nos queda es la hábito y quizá el miedo a desmontar lo que tanta sangre, decadencia y humillación les ha costado imponernos. No es fácil perdonarnos a nosotros mismos por lo que nos han hecho.

En este aciago panorama,  la reacción que he visto en la gente no lo voy a definir como entusiasmo, optimismo o cualquier aspecto de emotividad pasajera. Es mucho más poderoso que eso. Lo que he visto despertarse es un aspecto que tiene poca receptividad a las reacciones colectivas, tan fáciles de manipular por operadores políticos. Ese aspecto es la nobleza humana. He visto reacciones tan nobles que necesitaría una semana para describirlas. Me refiero a los que no piden nada. A los que quieren ser, dar, estar, ofrecer.  Solo he visto estas reacciones en situaciones de catástrofes, en donde algunos individuos (y puede ocurrirle a cualquiera) se vuelven seres de absoluta empatía anónima; dispuestos a todo por asistir a quien sufre, a menudo sin medir riesgos y casi siempre sin pensar en recompensas o agradecimientos. En esos momentos regresa algo que no sabíamos que teníamos extraviado. Regresa la esperanza en uno mismo y a al suceder, regresa la esperanza en todos nuestros hermanos.

Por eso es que creo que María Corina puede ganar. Puede, gracias a la nobleza humana que puede despertar en cada quien, con lo que se lograría cancelar la manipulación de las campañas millonarias de sus contendores, y se puede neutralizar toda la perversidad de la industria enfilada a desacreditarla. Puede ganar porque esa nobleza humana se aviva en nosotros, en la gente, NO por su género o por sus proyectos o sus promesas sino por algo que ha demostrado tener y que es vital para salir del vil laberinto en el que nos hemos perdido doce años.  No, no es solo la voluntad de querer salir. Es el coraje para hacerlo posible.